Sunday, November 05, 2006

la radio y yo

Me vivo en una ciudad y en un mundo donde resulta complicado no congestionarse de símbolos, de ruidos de multitudinarias imágenes aéreas, sonoras, ya sea en paredes, pantallas, luces, camiones, autos. La radio es una inmensa fabrica de estimulaciones, frustraciones, ilusiones, alucinaciones, reconstruye sondea radiografías de la vida cotidiana de las personas, es un instrumento altamente capitalizable, ilustra y empobrece según los objetivos programados, es una actividad que implica paralelos y procesos ejecutados simultáneamente, forzosamente conduce a la (tras) formación cultural de las personas, es una herramienta que reproyecta (induce y seduce) )modelos de conducta, lenguajes, personalidades a seguir, imitar, asimilar, adaptar, según los gestos, gustos, sustos, disposiciones y perseverancias personales.

A un siglo de distancia y 76 años de haberse iniciado en México (con el lanzamiento de la XEW "la voz de la América latina") como un dispositivo de alcances masivos hoy denominados industrias culturales de largo, mediano y corto alcance; resulta la radio una necesaria compañía para enfrentar tantas tensiones que se gestan en cada instante; hoy los síntomas del malestar cultural se enfocan más no a la restricción en sí de las libertades, sino a la imposibilidad de acceder a los mercados siempre renovándose y ofreciendo cantidades de consumo ilimitada, el sueño se satura, la voz se turba, las emociones se tambalean frente a tantas opciones pero también obstáculos tan variados (desempleo, salarios paupérrimos, discriminaciones permanentes, saqueos, delincuencias, corrupciones en todos los niveles empezando por los altos, fastidios existenciales, etc.).

La radio frente a panoramas convulsos y de alta complejidad social se vuelve un aliciente altamente estimulante, estaciones y programas radiofónicos como radio universidad, radio educación se tornan viajeros entrañables sobre ciertas notas de la vida cultural en este país y en conexión con el mundo, pero también estaciones como el fonógrafo, radio sinfonola la estación del barrilito, las que ofrecen música clásica Opus, la mano peluda, los programas de salud varios, los chocarreros mañaneros de estaciones con un firme arraigo popular o plebeyo que entusiasma y roba sonrisa a microbuseros y pasajeros fraguando bromas a diestra y siniestra (la sabrosita y la que buena);
en fin escuchar la radio y reconocer su vitalidad social y cotidiana representa el ejercicio de permitirse ver un repertorio muy diverso dada la diversidad de formas culturales que coexisten en nuestra realidad social globalizada y a la vez aferrada a rescatar patrimonios locales, regionales y culturales muy variados.


Así como hay una necesidad de aprender a leer los periódicos, los libros, las vivencias citadinas, de viajes, experiencias laborales y personales, escuchar la radio también requiere de un ejercicio que se adquiere con el atreverse a reconocer la diversidad de los gustos en un mismo referente, esto es, ubicar al sujeto no como objetivo de una lapidaria estrategia voraz de consumo (sino como un sujeto con capacidad de reproducción cultural reconociéndose como portador de una vastedad de repertorios y gustos culturales que requieren del ánimo y la aventura de descubrir "nuevos" horizontes y sobre todo disposición para escuchar lo otro, lo extraño, lo nuevo, lo diferente.

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